La La Land (2016) es una película del género musical, y ganadora de hasta seis premios Óscar de la academia, entre ellos a mejor dirección, fotografía, banda sonora y mejor actriz. Dirigida por Damien Chazelle, y protagonizada por Emma Stone y Ryan Gosling, la historia sigue a Mia, una aspirante a actriz que decide viajar a Los Ángeles para cumplir sus sueños; y Sebastian, un músico que lucha por mantener al jazz en el panorama musical.
El filme hace homenaje al Hollywood más clásico, y sobre todo a los musicales de la década de 1950 como Guys and Dolls (con un jovencísimo Marlon Brando), Cantando bajo la lluvia o Un americano en París. La película mantiene una estética brillante y colorida que evoca la nostalgia por una época dorada del cine. Por su parte, los personajes expresan sus emociones a través de la música y las coreografías, que también funcionan como herramienta para mantener el ritmo cinematográfico. Pero, ¿qué tiene de especial una película como esta?
La La Land debe entenderse primeramente en términos musicales; es decir, la música recorre la película y la vertebra, incluyendo leitmotivs que se referencian constantemente y sirven de ayuda para que el espectador conecte. Por otra parte, debemos entender la estética fotográfica de la película como otra herramienta que ayuda a cohesionar la música con la ficción; así, la música y la fotografía se conjugan para enmarcar conceptos e ideas como la esperanza o los sueños, la ficción y la realidad.
La primera interpretación personal sobre La La Land contrapone al Sol con las estrellas. El Sol da claridad e ilumina el día, el camino y el progreso, representando un nuevo comienzo, posible y sin expectativas —y es la imagen con la que se abre la película junto a la canción «Another day of Sun»—. Por otro lado, se encuentra la ciudad de las estrellas o «City of stars», que representa la noche, el sueño y lo idealizado. La ciudad de las estrellas simboliza las expectativas, los impulsos, el deseo, aquel «rat-tat-tat en el corazón» que tan fuerte resuena en esta canción. Estas ideas aparecen y se contraponen cuando Mia y Sebastian empiezan su relación en el observatorio, sobrevolando la sala en una noche plagada de estrellas donde no existe nada más que ellos.
Finalmente, y una vez que deciden terminar su relación, se encuentran sentados fuera de aquel lugar idílico, donde ya no hay estrellas, solo el Sol brillando fuerte y dejando ver el mundo, dando a entender que todo terminó, que la realidad es otra, y que deben separarse si de verdad quieren ver cumplidos sus sueños. Además, la diferencia no es solo metafórica, también se da formalmente con la contraposición de las canciones: una es más abierta, rápida y alegre; y la otra es íntima, lenta e incluso nostálgica.

¿Y qué dice realmente la estética y la teoría del color? Pues llegados a este punto, y como en todo arte, solo podemos interpretar. Generalmente, los colores usados para cada personaje expresan su personalidad o algún rasgo significativo sobre ellos o su contexto. Mia aparece normalmente vistiendo o envuelta en colores azules (representando quizá su sueño por ser actriz); mientras que cuando aparece vistiendo el rojo, el personaje se encuentra más cercano a lo «real» (por ejemplo, cuando Mia es rechazada en el casting). A su vez, y siguiendo la misma teoría, Sebastian viste de azul cuando toca por primera vez el tema de Mia y Sebastian o «Mia & Sebastian’s theme», pero viste con una chaqueta roja cuando se encuentra haciendo un tributo a otros grupos musicales en una fiesta privada.
Siguiendo con la teoría de los colores, también habría que mencionar la aparición de los matices morados, o esta conjugación y mezcla del azul y el rojo, normalmente muy saturados y brillantes. Sea como fuere, Mia y Sebastian juegan durante toda la película con estos dos colores y su mezcla creando una fotografía fantástica. Una última interpretación al respecto sería que el morado simboliza la llegada al amanecer —ya que ambos se alejan de lo irreal y materializan su sueño—.
A modo de conclusión, me gustaría destacar la maravillosa escena final y cómo todo lo musical y fotográfico cobra sentido. El tema de Mia y Sebastian empieza la escena llevando al espectador al primer encuentro entre ambos personajes, y es aquí cuando empieza un magnífico recorrido por toda la película en un «pudo ser, pero no fue». Aparecen fracciones de los temas en forma de leitmotivs durante toda la escena, llevándonos desde lo feliz e ideal hasta lo triste y melancólico. La película acaba con el mismo tema sonando mientras ambos se encuentran rodeados de matices azules, rojos y morados, simbolizando quizá ese deseo de estar aún juntos y el final de su relación y comienzo de algo nuevo.
Damien Chazelle nos dirige por una historia de amor y compromiso que podría haber sido maravillosa; sin embargo, acaba con un final agridulce que, sin duda alguna, es capaz de dejar marca en cualquier espectador.

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