Cuando encuentro a gente en redes fijándose objetivos anuales de lectura me dan sudores fríos, el corazón me palpita deprisa y los ojos me hacen chiribitas. Intentaré explicarme sin que esto suene a crítica con los demás y sus decisiones, solo intentando dejar claro por qué todo lo de meter números en algo tan placentero como leer me parece tan extraño.
Internet nos hace pensar cosas que antes no se nos hubieran ocurrido ni de lejos, creo. Como leer es «bueno para todo» hay que leer mucho. Si lees más serás más inteligente, vivirás más vidas, tendrás más temas de los que hablar. Y vale, esto puede ser cierto, pero me parece que deberíamos no perder el norte.
«Hay que leer un libro al mes. No, mejor un libro a la semana, no, tres libros a la semana». Me encuentro, a comienzos de año, a personas con el objetivo de leer 180 libros al año, o 200, otros quieren terminar 30, algunos 50. Todos estos objetivos me resultan extraños, ajenos a mi mundo, lejanos a lo que para mí significa leer desde que tengo uso de razón. ¡Incluso hay cursos y blogs en los que se explica cómo leer más rápido, como aumentar el ritmo de lectura hasta en un 300%! Me bajo del mundo, de verdad.
Como digo, leer es uno de los grandes placeres que la vida me otorga. Leer me saca de la rutina, de la realidad, me lleva a un estado mental de paz necesario. ¿Por qué iba yo a querer leer más deprisa? Es que no lo puedo comprender. Esta es una de mis grandes preguntas. Y hay más: ¿qué lleva a la gente a querer hacerlo? ¿Por qué razón piensan que conseguir leer más libros y más deprisa es lograr una hazaña? Si alguien puede aclarármelo estaré eternamente agradecida.
Ah, y me acaba de llega una pregunta más: ¿por qué poner metas a una gran delicia vital? Me parece que con disfrutarlo es suficiente. Además, no todos los libros requieren el mismo ritmo. En algunas lecturas me apetece releer una página, un capítulo, en otras solo quiero seguir y no parar, y hay novelas que ojalá nunca se acabasen.
Incluso cuando me veo inmersa en una «lectura necesaria», que es como yo llamo a esos libros que necesito leer porque quiero aprender algo, no me lo puedo tomar como algo que abordar con prisa. Quiero asimilar, comprender, pensar, interiorizar.
Y si un libro no me gusta lo abandono. Sin pena. No necesito aguantar y terminar algo que no me gusta. La vida es corta como para sufrir de forma innecesaria. Además, está comprobado que si disfrutamos leyendo prestamos más atención y suceden cosas extraordinarias, como que nuestro vocabulario se amplía sin darnos cuenta y el contenido permanece en nosotros y no se olvida. Y cruzamos océanos, viajamos en el tiempo y hasta somos jueces en un crimen, o nos enamoramos y nadamos en el mar sin movernos de casa.
¿Pilas de libros pendientes? Me parece bien, pero no como un agobio, por favor, sino como un camino abierto al disfrute sin límites.
¿Y si nos tomamos menos en serio el tema de leer y dejamos de mercantilizar la lectura? Creo que este sí que sería un buen propósito de año nuevo.
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