Drive my car

Por Alejandro L.G.

Sólo unos meses después de estrenar “La ruleta de la fortuna y la fantasía” con la que se llevó el Oso de Plata en el Festival de Berlín en 2021, el director y guionista Ryûsuke Hamaguchi ha estrenado su último film, “Drive my car” con el que ya ha conseguido el Globo de Oro a la Película de Habla no Inglesa, Mejor Guión y premio FIPRESCI en Cannes, y cuenta ya con unas cuantas nominaciones más, BAFTA, Cesar y 4 nominaciones a los Oscar (Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Guión y Mejor Película Internacional). Sin duda se trata desde ya la película del año.



WARNING: A partir de aquí no destripamos la trama, pero si se pretende ir 100% virgen al cine, no sigas leyendo.


“Drive my car” es la adaptación de un relato corto del mismo título de Haruki Murakami incluido en el libro “Hombres sin mujeres”. Además Hamaguchi introduce dentro de la historia ideas que aparecen en otros dos relatos del escritor que también aparecen en el mismo libro; Sherezade y Kino. Con todo ello nos cuenta con verdadera maestría una profunda historia sobre el duelo y la incomunicación. Lo hace de una forma bella, sutil y llena de simbolismo (la representación de Tío Vania aparece como una especie de Torre de Babel).

Hamaguchi se toma su tiempo, 179 minutazos, pero que no os asusten, el director logra que se pasen como un suspiro. Solo la introducción dura 45 minutos, pero en la que hace una magistral presentación del personaje principal y va preparando el terreno para lo que viene a continuación.

“Drive my car” nos cuenta la historia de unos personajes marcados por la tragedia, él, Yûsuke, es un director de teatro que pierde a su infiel esposa se traslada a Hiroshima para trabajar en el montaje de Tío Vania (Chéjov), allí le asignan a una joven y eficiente chófer, Misaki, la cual perdió a su madre años atrás. En los trayectos que ambos personajes comparten en el coche se establecerá una relación, un vínculo emocional en el que ambos puedan encontrar algo de consuelo, por un lado a través de la cinta de casete en la que Oto (la mujer de Yûsuke) le grabó con la obra de Chéjov para que pudiese repasar el texto, por el otro lado a través de los silencios por los que los personajes conectarán de una forma espiritual.

Hamaguchi utiliza imágenes muy potentes en las que queda presente porque el cine es el 7º arte, esos planos en los que vemos la carretera quedando atrás o el (para mí el mejor) plano en el que ambos sujetan el cigarro por la ventana del techo del auto. Otra parte importante del relato son la preparación y los ensayos de la obra de teatro (en la que los actores hablan en diferentes lenguas, incluyendo una en lenguaje de signos), allí se nos presentan una serie de personajes que son parte de algunas tramas secundarias, como la de la coreana sorda (mi favorita) la cual tiene dos de las escenas más mágicas de la película (una cena junto con el director teatral y el monólogo final, que te llega a poner los pelos de punta). Una buena forma de disfrutar de una historia emocionante y maravillosa y si no lo habéis descubierto aún (como es mi caso) una forma brillante de meterse en el mundo de Hamaguchi.

Lo mejor

Ese monólogo final de Sonia en lenguaje de signos.

Lo peor

Que la gente se eche para atrás por su longitud.

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