Odio y fuego
despojan al caminante
de todo cuanto tenía.
Le arrebatan la sonrisa,
sus sueños,
sus anhelos…
Se escuchan disparos,
cada vez más cerca.
Contengo la mirada
confusa de un niño.
Contengo mis lágrimas
al ver cómo bañan sus ojos.
Huimos de la muerte,
sin saber qué deparará el camino.
Pasan días
y noches…
Cientos de preguntas,
todas iguales:
¿A dónde vamos, mamá?
¿A dónde vamos, papá?
Lejos, muy lejos.
Donde las guerras
no se libran con acero.
Donde las palabras y los hechos
de gente “civilizada”
atentan contra el hombre.
Vamos a un lugar en el que,
a veces,
un pequeño rayo de esperanza
da oportunidades
a gente como nosotros.
Caminamos para buscar
a esa gente. Sin embargo,
nos encontraremos
con demonios enfundados en trajes
que desearán nuestra muerte
antes que darnos la oportunidad
de demostrar lo que valemos
por el simple motivo
de ser distintos.
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