Aprendí,
gracias a ti,
a ver los colores esenciales de las cosas,
el color de la gente,
el color real de tus ojos oscuros
y hasta el color que sugiere
cada una de las canciones que me cantas.
Nunca supe decirte
qué color veía en ti.
Diría que te mezclabas
entre el rojo aterciopelado de tus labios
y el azul de una noche
al filo del mar.
Recorro recuerdos lejanos y busco
de nuevo
el color de tus besos,
de tus abrazos
y de todos los suspiros
que interrumpieron los orgasmos.
Estallan
en diminutas motitas plateadas y azules
y caen para mojarnos en este abrazo
que no termina.
Aprendí,
gracias a ti,
a ver los colores primero
y dejar para luego
todo lo demás.
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