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Dragón de piedra

Siempre hacíamos lo mismo: desayunábamos juntos, luego veíamos un rato la tele—uno al lado del otro—, después salíamos a pasear por el enorme jardín de aquellas instalaciones.

Aún siento en mis manos el tacto de aquella goma que cubría el acero de su silla de ruedas.

Ella siempre se sorprendía cuando nos acercábamos al diminuto rosal que había cerca de la fuente del dragón. Aunque, en realidad, era un pez enorme, pero ella siempre recordaba, entre risas, la disparatada historia que le conté hace meses en la que le conté que aquello era una especie de dragón muy raro que escupía agua en lugar de fuego. Un extraño dragón de pierda. Nuestro dragón de piedra.

Algunos días, sin que el personal nos viera, arrancábamos una rosa. Ella la elegía.
La agarraba entre sus manos y, sabiendo que se marchitaría si se la llevaba, me decía que lo hacía para recordar ese momento. Nuestro momento a los pies de ese dragón de piedra.

Avanzábamos por un sendero hasta llegar al borde de un enorme lago que casi se fundía a lo lejos con las montañas.
Yo me sentaba en uno de los bancos de mármol blanco.
Ella siempre quería quedarse a mi lado, viendo a lo lejos los nevados picos de las montañas, más allá del lago.

Era una imagen preciosa.
Ella siempre comentaba algo sobre la nieve.

Más tarde, cuando el sol casi rozaba el punto más alto del cielo, volvíamos deshaciendo el camino.

Dejábamos atrás las montañas nevadas, el lago casi infinito  y la fuente del dragón de piedra. Las rosas, al menos una de ellas, solían venirse con nosotros.

Después nos despedíamos en la puerta.
Un joven de bata blanca la recogía y la acompañaba al interior.
Ella me miraba. Nunca comprendía nuestras despedidas.
Siempre me sonreía antes de girarse. Y me preguntaba mi nombre.

Mi corazón se rompía en mil pedazos cada día cuando lo pronunciaba.
A veces, si no me escuchaba, se lo repetía.
Ella, sin saber que ya la conocía, me ofrecía el suyo.

Al día siguiente volvía.
Repetíamos la misma historia, desde el desayuno hasta la triste despedida que acababa en su nombre.

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  1. marycarmenmur

    Buenos días, me gusta mucho como escribes, por eso quiero invitarte a visitar mi web: minovela.home.blog.
    Es un comentario a un libro que he escrito «S.H. el Señor de la Historia» estoy segura de que te interesará y me gustaría mucho que me siguieras, pues hablo de gente increíble cuya vida, alma y humanidad he intentado desvelar en cada uno de sus personajes. Toco los temas de:
    » La dimensión transcendental de la persona, las relaciones familiares, la tarea educadora; la solidaridad con el vecino, el valor del sufrimiento y de las personas discapacitadas; la determinación ante el aborto y las drogas. Los conceptos de gobierno político, con un equilibrio de los tres poderes públicos: el ejecutivo, el legislativo y el judicial; la responsabilidad de la ciudadanía en su tarea sociales y laborales…, todo ello va llevado a M95 a un cambio sustancial de su persona, a descubrir nuevas razones que invaden sus sentimientos y enriquecen su conocimiento sobre el ser humano, transformando de raíz su personalidad»
    Todo en un clima sencillo y atrayente desde una perspectiva pedagógica de colaborar a construir un mundo mejor.
    Me gustaría que me siguieras y compartir mutuamente esa riqueza de las personas que buscan vivir en profundidad el sentido de nuestro estar aquí haciendo historia.
    TE ESPERO
    Mary Carmen

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