Era pasada la medianoche en el estadio Kalmaos, cuando los equipos A y B de Casiwolf, llegaron empatados a cero carreras en la décima entrada. Aún no se jugaba con la regla del “timebreak”. Los del equipo A batearon de uno, dos y tres en un dos por tres. En home estaba el primer bateador de la entrada por el equipo B, que después de dos strikes recibió un pelotazo y se fue a la primera base. Dos ponches parecían ser el ultimátum del inning, pero el equipo A regaló otro pelotazo y permitieron un infield-hit, para llenar las bases y provocar infartos, el consumo cruel de las uñas y heridas sangrantes en la piel de los espectadores. En esta situación llegó el cuarto bate a la ofensiva que después de dos bolas, batió de foul para las afueras del recinto. Todos los presentes en el estadio se pusieron de pie y se llevaron las manos a la cabeza. Se miraron atónitos unos a otros al escuchar por el altavoz que se suspendía el juego por falta de pelotas y que la confronta saldría del paradero en cinco minutos.
Del béisbol

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