Malvino disfrutaba del camino de regreso por los senderos del Bosque Llano. En horas de la mañana se había adentrado en él en busca de trabajo. Recurría a los campos de Troke porque la ciudad le había dejado claro que se desentendía de él. No necesitaban sus servicios en la gran urbe.
Haber cerrado un contrato de granjero para la próxima cosecha era una buena noticia que no soportaba aguantar más. Ansiaba llegar cuanto antes a casa para alegrarle el día a su esposa. Con trabajo, tendrían comida garantizada para la mitad que restaba del año. En medios de sus cavilaciones fue sorprendido por un toro hecho de puro músculo. La bestia vio ante sí el mejor entretenimiento del día, la primorosa fórmula para escapar del reino de la monotonía. Echó a andar, y el andar se volvió prisa transformada en carrera. El pinchazo en la mente de Malvino le avivó los pasos para evitar ser cazado.
Corría como un demente. No atinaba a cosa distinta. Llevaba un buen tramo recorrido y aunque el agotamiento iba tomando protagonismo, seguía corriendo en busca de la carretera que no acababa de asomarse en el horizonte. Sus pisadas eran seguidas cada vez más cerca. El animal perseguía a su presa con métrica obstinación. Malvino corrió hasta que sus fuerzas comenzaron a mermar. Sin apenas sostenerse en pie se volteó y al ver que el animal se le venía encima sacó un revólver y le pegó un tiro entre los ojos. La bestia quedó sin vida al instante. El impacto deslizó el cuerpo unos metros hacia adelante, tan cerca de él que tuvo que lanzarse a un costado con el resto de sus energías. En medio de su sofocación; entre el gusto por conservar la vida y la satisfacción de yacer al lado de aquel cuerpo inerte fue sorprendido nuevamente. Esta vez a punta de escopeta por el dueño del animal.
Después de la denuncia efectuada por el propietario, la policía encarceló a Malvino por no creer en su alegato inicial. Meses después, el fiscal del caso alegó en el juicio que entre los antecedentes penales del imputado obraba la causa 08/97 en la que fue sancionado por los delitos de hurto y sacrificio ilegal de ganado mayor. Al cobrar firmeza el fallo, Malvino sintió en sus carnes que un conjunto de infortunios lo regresaban tras las rejas por los próximos quince años.