A Joan Margarit.
Hoy digo adiós a su voz pausada,
discurso fuerte,
a su mirada eterna
más allá de sus ojos de poeta.
Hoy digo adiós al recuerdo
del fin de una etapa,
al impulso hacia el futuro
y a cada una de sus palabras.
Se difumina el recuerdo
de aquel discurso de graduación
en el que nos convenció
de ser capaces de alcanzar los sueños.
Y su verso
vuelve a llamar a mi puerta.
Silencioso,
casi etéreo,
se cobija entre mis libros
y duerme esperando el reencuentro.
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