En estos atardeceres inciertos,
cuando el reloj anuncia las seis,
rayos de luz arañan
el suelo de la Plaza de los Fueros.
Penumbras escapan
trepando por las paredes,
los niños ya no corren
ni gritan,
la gente se habla desde lejos
y sonríe con los ojos
porque ya no recuerdan
las sonrisas de verdad.
Mantengo la mirada
en la mirada que arrojan sus escudos.
El silencio se alza
y todo lo que me rodea se desvanece.
Rayos de luz arañan
el suelo de la Plaza de los Fueros
y dejan su reflejo
en las ventanas.
Avanzo
y vuelvo a verte en el entreluces
apoyada
sobre la baranda del quiosco de la música,
mirándome,
invitándome a subir
desde el pasado.
Y desapareces
como esa espuma en las olas
dejando un rumor lejano.
Se oculta el sol.
Ningún rayo de luz araña
el suelo de la Plaza de los Fueros
y yo,
aún con tu recuerdo en las manos,
vuelvo a mi paseo eterno
por las calles de Tudela.
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