Es frenética
la velocidad del tiempo.
Me despeina,
me seca los ojos
y se lleva mi voz muy lejos.
Me evita, siempre,
el tiempo,
y se disuelve
en estos momentos efímeros.
Me miro.
Miro a mi yo del espejo.
Primero, observo sus ojos negros,
y me veo en ellos,
para luego
creer que estoy dentro de esa realidad simétrica
vacía de recuerdo.
A veces,
me gusta alargar las conversaciones
conmigo mismo.
Sobre todo, cuando hablo conmigo de ti.
Quizá baste con decir
que te quiero a mi lado
y que quiero que tu tiempo
haga estallar mi reloj de arena.
Así,
permaneceremos eternos
atemporales
en estos mundos ficticios
que van más allá de tu realidad
y la mía.
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