Y detener el tiempo,
como sea.
Arrancando las manecillas de cada reloj.
Cogerte de la mano
y salir corriendo
allí hasta donde la curiosidad juega con la casualidad
y no nos importe nada.
Sé que hará frío,
así que correremos más rápido.
Parar un momento
para contemplar cómo esas flores
permanecen inmutables
y, por una vez,
sean ellas las que vean cómo nos marchitamos.
Continuar, caminando al son de las canciones
que nunca me cantaste
y de aquellas que yo nunca quise escuchar.
Reinventar nuestra sonrisa,
nuestras miradas…
Atrapar cada suspiro y guardarlo
en una cajita con forma de corazón.
No parar hasta llegar a donde los etcéteras
sean explícitos
y donde no exista el suspense
de tus puntos suspensivos.
Descansar
a la sombra de mil árboles.
Dejar pasar el tiempo
nuestro tiempo
bajo el delicado murmullo de los silencios eternos.
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