Por Alejandro L.G

El director de cine Oliver Laxe ha vuelto a triunfar en el último Festival de Cannes con “Sirat” su cuarto largometraje, una radical y arriesgada propuesta, con el que consigue el Premio del Jurado. El director y guionista español (aunque él nació en Francia) comenzó en los 2000 en el mundo del cortometraje. Posteriormente se pasó al largo con el documental “Todos vosotros sois capitanes” (2010), y después las películas “Mimosas” (2016) y “Lo que arde” (2019). Con estos 3 trabajos participó en el certamen de Cannes, terminando galardonados con el premio FIPRESCI, el Premio Semana de la Crítica y Premio del Jurado (en la sección Un Certain Regard) respectivamente. Con su última película llegó por primera vez a estar en el concurso oficial del festival. Una película inclasificable, pero que es capaz de conectar con un mayo abanico de público que sus anteriores filmes, producida por Movistar+ y El Deseo (la productora de los Almodóvar).
Las raves son un fenómeno cultural que comenzó entre los 70 y los 80 en el que se combina música electrónica, baile y un sentido de comunidad.
“Sirat” es la historia de un padre (uno de nuestros mejores actores, Sergi López) y su hijo pequeño (Bruno Núñez), que van de rave en rave, a la búsqueda de Mar (la hija del primero y hermana del segundo) que desapareció unos meses atrás en una de estas fiestas. En una de estas, conocerán a un grupo de raveros (todos ellos interpretados por actores no profesionales, muy convincentes) a los que se unirán en un viaje por medio del desierto para llegar a otra fiesta que se va a celebrar, donde esperan poder seguir buscando a la chica. En el camino, se irán topando con dificultades por el entorno hostil (como es el desierto) de las que tendrán que salir unidos. Con “Sirat”, Laxe nos ofrece, una de sus películas más accesibles (aunque sigue siendo de esas que exigen la atención por parte del espectador, no es de las que te lo dan todo masticado), pero a la vez es la más radical e inclasificable. El filme supone una ruptura con sus trabajos anteriores, pero el director sigue fiel a su estilo, aunque aquí estamos dentro de una película de género con lo que Laxe logra enganchar al espectador para poder llevarle por este viaje con nuestros protagonistas.

Comenzamos el viaje dentro de una rave en medio de las montañas, donde un grupo de gente baila siguiendo un ritmo que les nace de dentro. Laxe nos muestra el encuentro entre dos mundos muy distintos, dos estilos de vida. Por un lado, la gente que vive acorde al sistema (ese padre y su hijo montados en su familiar 4×4) y por otro, aquellos que tratan de vivir al margen de este (esos raveros que se dejan llevar por la música, que viven en comunidad y comparten entre ellos lo poco que tienen). Pero por muy diferentes estilos de vida, al final todos pertenecemos a un mundo en el que todo es política (como ocurre en la realidad), en el que lo queramos no, todos nos vemos arrastrados y condicionados por lo que ocurre a nuestro alrededor, algo que te afecta incluso si perteneces a una comunidad al margen de la sociedad. Este grupo de marginados acogen a nuestra pareja protagonista sin mucha oposición (más allá de advertirles que el recorrido es duro) y se plantea al espectador algunas cuestiones sobre este estilo de vida al que a menudo tendemos a estigmatizar. El director hace un excelente trabajo detrás de la cámara (con un excelente uso tanto de la imagen como del sonido) que te meten de lleno en la historia (sobre todo en la segunda parte del filme) y con el uso (muy inteligente) de un par de giros de guion dejan al espectador noqueado en la butaca.

El título hace referencia al Islam, donde Sirat se le llama al puente que conecta el infierno con el paraíso. Ese puente que en el filme es un viaje, no solamente físico, sino metafísico, la parte más abstracta que puede dejar al espectador con dudas. La película combina elementos del wéstern, las road movies y el cine de aventuras e incluye referencia a películas como “Centauros del desierto” (1956), “Easy rider” (1969) o “Mad Max“ (1979) en una película que aunque pueda costar un poco entrar te mantiene pegado a la historia hasta un final que te dejará pensando
Nota personal: 7/10.
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