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BABYGIRL (2024)

Por Alejandro L.G



Halila Reijn es una actriz, guionista y directora holandesa que debutó en el mundo de la dirección con “Instinto” (2019) sobre la relación entre una terapeuta y un preso por abusos sexuales. Posteriormente, sorprendió en su estreno en el Festival de Venecia, con “Muerte, muerte, muerte” (2022), una comedia de terror al estilo de las películas slasher que fue muy bien acogida por la crítica. Ahora, para su tercer largometraje que estrena ahora, ha resucitado el género del thriller erótico de los 80 y 90 con “Babygirl” una película que recuerda mucho a películas como “Elle” (2016) de Paul Verhoeven, con quien la directora trabajó como guionista en “El libro negro” (2006), y “Eyes wide shut” (1999) donde también trabajó Nicole Kidman. Esta nueva película es una mirada femenina sobre el deseo, el poder y los tabúes entorno al sexo. 

Babygirl es el término con el que se nombra a un hombre joven de apariencia vulnerable. Bajo este título la directora Halina Reijn nos cuenta la historia de una alta ejecutiva que inicia una tórrida aventura con un becario que acaban de contratar en su empresa. A priori, es algo que suena a ya visto mil veces, pero la gracia de la historia y por lo que merece la pena, es por la originalidad con la que la directora nos propone un juego erótico sin repetir el antiguo modelo y lo adapta a los nuevos tiempos, pero sin modificar la esencia del género. 

La película comienza con Romy (Nicole Kidman) jadeando con Jacob (Antonio Banderas) mientras practican sexo. Posteriormente. la vemos irse a otra habitación, se tira en el suelo y comienza a masturbarse viendo una escena porno en un ordenador. Ahora la vemos gozar realmente, en secreto. Tras este impactante y provocador comienzo, Romy conocerá a Samuel (Harris Dickinson) uno de los nuevos becarios de su empresa con el que descubriremos que ella, como disfruta realmente es dejándose dominar por Samuel, quien asume el rol de dominante. Aunque en el fondo tenemos, como decía antes, el viejo modelo, la directora invierte ese juego de dependencia y sumisión (una apuesta bastante arriesgada) mostrándolo desde la posición contraria, la mujer sigue siendo la dominada, pero es porque así lo quiere ella. En cuando a la forma, también cambia la historia, seguimos teniendo sexo, pero esta vez conscientes de lo pernicioso del tema. La ironía está en ese detalle, en mostrar esa fantasía femenina, jugando con el consentimiento (todo está permitido mientras sea deseado y consentido) y con los roles de poder entre Romy y su empleado (lanzando la pregunta de si la relación, la lleva ella como su jefa o él por ser un hombre). También se trata la brecha generacional reflejada en la diferencia entre el matrimonio y el amante, dos generaciones que entienden el deseo y el sexo de formas muy distintas. 

En la película la directora trata muchas cuestiones espinosas, pero siempre evitando hacer juicios morales, y con un tono muy ambiguo que resulta tremendamente provocador, aunque esta no está solo en lo que se refiere al sexo, otra de las escenas más reveladoras es aquella en el que Romy aparece inyectándose bótox (algo que le ocurrió precisamente a la actriz y por lo que ha sido bastante criticada), y no duda tampoco en mostrar una mujer madura en la que podemos observar su rostro arrugado. 

La película está destinada a dividir al público, entre aquellos que la odien y los que vean en ella una obra atrevida, y arriesgada sobre el sexo femenino. Estamos ante una película erótica en la era post Metoo que no renuncia a mostrar el deseo, pero dándole una vuelta de tuerca muy interesante y refrescante al género que la aleja de títulos míticos “Acoso” (1994) o “Instinto básico” (1992). Tenemos a Nicole Kidman brillando en uno de sus papeles más atrevidos y complejos, en el que vuelve a demostrar ser una gran actriz, y su compañero Dickinson que resulta tremendamente seductor. Un fallo que le encuentro es el final, que me resulta un poco conservador (teniendo en cuenta lo visto anteriormente en el filme), porque sí, todo resulta novedoso con ese juego de la mujer de familia perfecta, triunfadora y con poder que esconde un fetiche sexual de sumisión, pero el final pierde un poco de fuerza, con un final más conservador de lo que se ha visto en el resto del filme. Aun con ello merece mucho la pena verla. 

Nota personal: 7/10.

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