Me persigues
y a la vez me huyes.
Carbón ardiendo,
me quemas y crepitas.
Estallas
ante unos ojos de chiribitas
que no pueden dejar de mirarte.
Silencio.
Y cantas.
En susurros, cantas.
Me rebasas y me atrapas.
Tomas mi mano.
Tiras hacía ti
llevándome contigo.
Pausa.
Me giras y me miras.
Sonríes.
Me pegas a ti, con fuerza,
y me robas el aliento con un beso.
Y me sostienes
en tus labios
con esta bendita gravedad
que parece salir de los tuyos.
Y cuando soy consciente de ti,
de quién eres.
Tú.
Me desapareces.
Y te busco con un beso
pero te alejas.
Neblina semitransparente
que atrapas todos los destellos
que antes salían de ti.
Sueño fugaz,
dulce humo y polvo contenido.
Te disipas en un abrazo.
Y recupero el aliento
respirando lo que dejas:
tu aroma,
tu oscuridad
y este silencio triste que me despierta.
Te veo de nuevo.
Y pienso en ti.
Me llamas en un susurro
y te dejas abrazar
en este estado de embriaguez
que conecta sueño y realidad:
en este sueño azul.