A tu lado

Llegó el momento en que no recordaba el día en el que empezó la temporada de lluvias. Constantemente, día tras día, nos acompañaba un cielo gris, en sus diferentes tonos, y una lluvia no muy intensa pero que no cesaba.

  El tiempo se me había pasado volando.

  Eran las nueve de la noche y apenas había avanzado en el trabajo. Miré por la ventana y vi un destello muy lejano.

  Un estruendo, después, que hizo vibrar un poco los cristales de la ventana.

  Bajé al salón y te vi sentada en el sofá, leyendo bajo la luz de aquella lámpara de pie que habías regulado casi al mínimo.

  Sabía que, cuando leías, no te gustaba que te interrumpiese.

  Yo era igual.

  Así que me senté a tu lado y me quedé, en silencio, mirando al techo.

  Luego te miro.

  El destello de los relámpagos iluminaba tus ojos y dejaba permanente un diminuto brillo que se desvanecía poco a poco.

  Las gotas de agua golpeaban los cristales.

  Me gustaba escuchar el silencio de la lluvia.

  Un suspiro, casi inaudible se escapa de tu pecho y casi me contagia.

  —¿Qué haces? —me dices pasados unos minutos y marcando tu lectura con el pulgar. 

  El libro se cerró, abrazando tus manos.

  —Miro como lees.

  Se dibuja una sonrisa en tu rostro, a pesar de que tus ojos aún dibujan el resto de ese odio pasajero que nos inunda cuando nos interrumpen.

  Te tapas la cara con el libro y sigues leyendo.  Yo, me quedo a tu lado.

Publicado por Antonio J. Ramírez Pedrosa

Creador y promotor de Un cuaderno en blanco. Escritor de silencios.

2 comentarios sobre “A tu lado

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