Es tan fácil acudir a esa segunda persona
del singular,
a ese pronombre
de vocal excitada
tan igual en todas las bocas.
Es tan fácil abandonarse al tú
o al sujeto omitido
en cada una de las frases
que hablan de ti.
Es tan fácil
que,
a veces,
siento que se diluye tu nombre
junto a cada verbo
y que se rompe
desgastado
de no usarlo.
Y te olvido.
A veces, te olvido.
Aún cuando te miro
y creo reconocerte
dudo.
No logro pronunciar tu nombre,
a pesar de haber acariciado
la punta de mi lengua
con él.
Ahora, lejos de ese ímpetu
por pronunciarlo
me limito a verte marchar
lejos
y en silencio,
a ese lugar
donde acaban los nombres
que se olvidan.