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Recuerdos inventados

Hoy he vuelto,
solo,
a aquella madrugada
en la que una estrella sobrevoló, fugaz,
nuestras cabezas
dejando su estela sobre ti,
un corazón desbordado en mi pecho
y un beso a punto de escapar de mis labios
que nunca te di.

Tiemblo 
cada vez que recuerdo esa noche.
Y sonrío.
Triste, pero sonrío al recordarlo.

Y abandonado,
al silencio eterno del recuerdo,
intento sumergirme en unos sueños
que quizá no recuerde
pero que me llevarán lejos de todo cuanto añoro.

Me hablas, 
justo al borde de la conciencia.
Susurras letras de canciones improvisadas,
frases completas que carecen de sentido,
versos lentos
que algún día recité en tu oído.
Y te cuelas en mi cabeza negándote a salir.

Me llevas, 
cogido de la mano,
por estos mundos oníricos que creas solo para mí.
Me arrastras contigo
a disfrutar del placer de tu piel sobre la mía,
a sumergirme en los eternos suspiros tras tus gemidos
entre sábanas blancas
y a contemplar el sin fin de colores
que estallan en tus pupilas cuando nos corremos.

Despierto, sobresaltado,
con recuerdos que se evaporan y 
se reemplazan por los nuestros,
con el sabor de tu cuerpo en mi boca
y con la percepción de un perfume 
que no puedo describir
pero que huele a ti.

Y al final,
siempre me sorprendo frente al espejo
echando de menos tus ojos y sonriendo,
triste, pero sonriendo,
porque mis recuerdos son mejores
si estás en ellos.

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