Dudo
si recuerdo o no
cómo llevar la cuenta de las noches.
Demasiadas, quizá,
sin sus buenas noches, luna.
Ya no recuerdo su forma
ni esa forma de dibujar su viaje perpetuo
entre las estrellas.
Miro al cielo.
Sé que está ahí
pero no la veo.
Buenas noches, luna.
Escapa el deseo contenido
en este susurro que añora el cielo.
Y dudo
justo antes de abrazar mi almohada
si es su voz la que vibra en mi cabeza
—la silenciosa voz de la luna—
o es tu voz
que decide bailar en mis recuerdos
en este preciso instante al borde del sueño.
Buenas noches,
luna.
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